23/03/2021
La primavera marca un punto de inflexión en la flora y la fauna de todo el planeta. Tanto los animales como las plantas desarrollan sus propios sistemas de supervivencia para enfrentarse al desafío que suponen los rigores del invierno. Con el cambio de estación, aumentan las horas de luz. La nieve y el hielo se convierten en agua y la flora vuelve a eclosionar. Un milagro de la naturaleza que se repite año tras año desde hace milenios. Este despliegue de la disponibilidad de recursos es la razón por la que cientos de especies animales acostumbran a parir a sus crías coincidiendo con la abundancia de comida: para asegurar su supervivencia.
Un hábito marcado por la biología al que no son ajenas las ovejas y cabras. Las parideras primaverales han sido desde siempre un motivo de celebración por la llegada de nuevas cabezas a los rebaños. Algo imprescindible para rejuvenecer las cabañas.
Naturaleza ajena a la pandemia
Lo que habitualmente ha sido un motivo de celebración, disponer de un recurso como los corderos lechales, se ha convertido este año en un desafío para el sector. El ámbito productor vuelve a verse enfrentado a la necesidad de superar problemas relacionados con la reducción de la actividad hostelera, ocasionados por las restricciones sanitarias para prevenir la expansión del coronavirus.
La bajada drástica de la actividad del canal HORECA, una de las principales vías de consumo de los cabritos y corderos lechales, agravada por la reducción del turismo, que ha eliminado a millones de personas de la ecuación, representa la tormenta perfecta para los productores de ovino y caprino. Sin los destinatarios habituales de estas carnes, la búsqueda de nuevas oportunidades de consumo de los que las incluyen en su cesta de la compra se perfila como la mejor alternativa posible.
Ante este escenario, el sector va a promover iniciativas para tratar de concienciar a los responsables de la compra doméstica de las bondades del cordero lechal y del cabrito lechal. Unas carnes que llevan formando parte de nuestra tradición gastronómica desde hace siglos y que ahora se encuentran en un momento óptimo de consumo. La excusa perfecta para disfrutar de sus carnes blancas en cualquiera de las celebraciones que arrancan con el Día del Padre y abarcan hasta el de la Madre, siempre de acuerdo con las medidas de contención de la pandemia. Una forma sostenible y deliciosa de apoyar el futuro de nuestros pastores y ganaderos